News Hoy ponemos el foco en Nagoya: tradición empresarial en el corazón de la industria automovilística
Estación Central de Tokio. Ahí está, parada como una flecha a punto de salir disparada, la leyenda sobre raíles sin parangón: el Shinkansen. Es el tren más rápido del mundo y representa muchas de las cualidades que han hecho de Japón lo que es hoy en día, un país a la vanguardia de la tecnología que hace viajar al futuro a todo el que lo visita. Mires donde mires, te encuentras con las más modernas tecnologías y con los diseños más innovadores. También en los Shinkansen. Un claro ejemplo son los asientos giratorios que pueden colocarse también a contramarcha en caso necesario.
Con los ojos cerrados, rumbo a Nagoya, apenas se nota la vertiginosa velocidad, que llega a superar los 320 kilómetros por hora. Solo al mirar por la ventana te das cuenta. Además de la perfección técnica, el Shinkansen también refleja el marcado carácter servicial de los japoneses: si tienes hambre o sed, no tendrás que esperar mucho hasta que el personal del tren se acerque a ofrecerte algo de picar.
En el corazón de la industria automovilística
A Nagoya, a 366 kilómetros de distancia, se llega en un santiamén. El trayecto a esta ciudad de 2,5 millones de habitantes, considerada el núcleo de la industria automovilística japonesa, dura tan solo una hora y cuarto. Aquí tienen sus plantas de producción todos los gigantes del automóvil: Toyota, Honda, Nissan, Mitsubishi y Mazda. Nagoya genera aproximadamente el mismo producto interior bruto (PIB) que toda Noruega. El puerto de carga y las sólidas líneas de transporte permiten una logística fluida. A lo largo de los años, muchos proveedores se han establecido en torno a los conocidos fabricantes de automóviles. Una de las compañías que operan aquí es Daisan Kouki. Como cuenta Noriyuki Wakahara, ha estado en manos de la familia durante 70 años: «en los años sesenta, Daisan Kouki era un negocio puramente familiar». Es la tercera generación que dirige la empresa, que actualmente cuenta con 120 empleados. La actividad principal del fundador de la compañía, su suegro, era la venta de chapas. «Un día, cuando un cliente nos preguntó que por qué no mecanizábamos chapa, nos dimos cuenta de que era una gran idea», recuerda Noriyuki Wakahara.
En 2004, Daisan Kouki se lio la manta a la cabeza y adquirió un láser de 2 kilovatios para comenzar a mecanizar chapa. En los años siguientes, el crecimiento fue continuo, entre otras cosas porque los requisitos de seguridad para la protección contra los terremotos eran más exigentes año tras año. «Nuestra capacidad para cumplir de forma fiable todos los requisitos de calidad en todo momento nos ha dado una buena reputación en la industria». La mayoría de los clientes pertenecen a la industria del automóvil. Las piezas que fabrica Daisan Kouki contribuyen al proceso de fabricación, especialmente en la cadena de producción.
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